Aun cuando existen personas que tienen la tendencia a vivir con un cierto grado de aislamiento, dada la característica de ser un ente social, el ser humano requiere estar en una constante interacción con otras personas. Más allá de la simple razón de necesitar la compañía de alguien, es un hecho que lograr lo que nos proponemos resulta más fácil de conseguir si lo hacemos de forma conjunta. Y no se trata sólo de apoyarse en otras personas para lograr los intereses propios sino que, dado que existen proyectos y metas comunes, resulta obvio que al conjuntar los esfuerzos de todos los interesados se llegará a un resultado de mayor beneficio. Esta es una de las razones por las que trabajamos en equipo. Al hacerlo de la forma correcta se genera un efecto de sinergia que, entre otras cosas, aumenta las posibilidades de llegar a la meta pretendida, o aún inclusive de superarla.
Por eso, cuando nos reunimos para trabajar con otras personas, especialmente al hacerlo dentro de una organización formal, resulta necesario contar con una estructura que defina y delimite la posición y las responsabilidades de cada integrante, precisando que actividades debe realizar. Al mismo tiempo resulta necesario establecer procesos de trabajo precisos, que den la pauta sobre la forma en la que las actividades se deben llevar a cabo. Así es como damos un orden que potencia las posibilidades de lograr resultados más atractivos.
Al momento de definir la estructura de una organización, simultáneamente establecemos jerarquías que implican niveles de responsabilidad y autoridad. Al hacerlo, y designar a los responsables de conducir a otras personas, resulta relevante que tales personas tengan las características adecuadas para asumir el liderazgo que su posición les demandará. Es necesario que sean personas con habilidades suficientes para conducir con éxito a sus colaboradores hacia las metas establecidas. Una de dichas habilidades tiene que ver con la forma de interactuar del líder con sus seguidores, es decir del comportamiento del líder. Sabemos que el comportamiento está en íntima relación con el nivel de manejo emocional que se tiene por lo que, en última instancia, el nivel de inteligencia emocional del líder es de vital importancia para la obtención de las metas.
En grupos de formación espontanea, el líder es alguien que de manera natural es reconocido por el resto de las personas que forman el grupo. Siendo así se facilita su labor pues, en las personas que deciden seguirlo, casi de forma automática se produce un alto sentido de confianza. Lo anterior genera que se abata cualquier tipo de defensa que, bajo otras circunstancias, pudiera surgir. Lamentablemente esto no es lo que sucede en las organizaciones, en donde el proceso de selección del jefe se da por medio de una designación. Aun cuando los procesos de selección pretenden escoger a la persona que mejor puede desempeñarse en un cierto puesto, la diferencia entre ambas formas tiene implicaciones, pues nunca será lo mismo seguir a quién ha sido seleccionado por el mismo equipo o grupo, que tener que hacerlo porque ha sido nombrado por terceras personas. Y es que en algunas ocasiones se llega a percibir como una imposición. Por ello es que resulta de vital importancia que toda persona que ocupe puestos de alta jerarquía dentro de una organización, cuente con ciertas habilidades elementales para ser un buen líder.
Por eso es que la persona que ha sido designada como jefe debe enfocarse a generar un alto grado de confianza entre las personas que forman su equipo. Así es como logrará que sus colaboradores estén más dispuestos a seguirlo y realizar las tareas que les sean encomendadas. En este proceso de generar confianza, resulta de vital importancia desplegar un alto sentido de inteligencia emocional, pues más allá del conocimiento técnico o teórico de quien ejerce el mando, lo que terminará por convencer a sus seguidores será el trato que les da, y es que no es lo mismo persuadir y motivar, que imponer y ordenar. Por eso es que habilidades como el conocimiento de sí mismo, el auto dominio de los impulsos, la empatía, la asertividad y el sentido de servicio hacia los demás, son indispensables para el ejercicio del liderazgo.
Es un hecho que todo buen líder requiere de conocer la meta que se pretende y el rumbo que lleva a ella. También resulta necesario que el líder cuente con la experiencia y el conocimiento suficiente como para que pueda asignar tareas que faciliten la labor a desarrollar. Aun inclusive, se requiere tener un alto conocimiento del entorno en el que se actúa para prever los impactos que tiene sobre el equipo. Sin embargo, más relevante que todo ello es tener la habilidad para desarrollar el potencial de las personas que lo siguen pues, al hacerlo, se facilita la obtención de los resultados pretendidos. y para cumplir a cabalidad con esta tarea, es necesario que en líder cuente con el interés genuino por las personas que conforman al equipo que guía.
Para poder desarrollar el interés por los colaboradores se requiere que el líder pueda sintonizar con los intereses, sentimientos y emociones que ellos tienen. Lo anterior implica dos aspectos que resultan ser fundamentales. Primero, se requiere de un sentido de servicio hacia los demás que vaya más allá de una forma de trabajo y que esté conectado con la vocación de ser líder. Segundo, es necesario desarrollar las competencias básicas que le permitirán atender ese sentido de servicio, mismas de las que ya hemos venido hablando con anterioridad y que son las siguientes:
- Conocimiento personal en relación al impacto que las emociones tienen sobre de sí mismo.
- Conocimiento acerca de las fortalezas y debilidades con que se cuenta para tener un adecuado manejo emocional.
- Autoestima acerca de las capacidades para manejarse con efectividad.
- Autocontrol emocional al grado de no dejarse llevar por los impulsos.
- Enfoque hacia la significación positiva de los hechos que suceden.
- Interés genuino por los demás.
- Habilidad para equilibrar la empatía y la asertividad.
- Capacidad para establecer lazos de unión y motivar e influir de forma positiva en los demás.
- Habilidad para despertar en otros el sentido de colaboración, sabiendo canalizar los conflictos de forma positiva.
Resumiendo, el líder debe tener la capacidad para coordinar sus habilidades racionales con el manejo adecuado de sus emociones, de forma tal que impulse a sus colaboradores a trabajar con mayor determinación y por convencimiento propio, y no por la simple obligación de hacerlo.
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