Hace más de 2500 años Heráclito de Éfeso postulaba que el cambio es algo permanente. Si bien es cierto que todo, de una u otra forma y a diferente velocidad, está cambiando, lo realmente relevante es que el ser humano tiene la capacidad de influir de forma significativa en dicho proceso. Así queda demostrado en todo lo que, como especie, a lo largo de la historia hemos creado. Más allá de los efectos positivos y negativos que nuestra intervención ha propiciado, el hecho es que tenemos esta posibilidad de ser un factor de cambio.
Es un hecho que la pandemia del Covid-19 está generando un cambio dramático y acelerado. Por los acontecimientos hasta ahora conocidos, podemos indicar que, como especie, vamos perdiendo la batalla, y por un amplio margen. Esto no sólo en el aspecto de salud, sino en el económico y con las consecuencias negativas que de ello se desprenden. Peor aun, hay quienes dicen que los efectos se agravarán en dos sentidos. Uno, en cuanto a la profundidad de las consecuencias y otro, en cuanto al tiempo que nos tomará para reconstruir el daño generado.
Ante estos hechos es necesario recordar que, por un largo tiempo, hemos estado concentrados en incrementar nuestro bienestar material y económico, al grado que hemos perdido de vista aspectos mucho más relevantes y trascendentes. Desde hace ya muchas décadas que nuestra actuación, especialmente dirigida por quienes han tenido el poder de influir, se ha enfocado en una postura individualista, olvidando que, más allá de cualquier perspectiva, somos un sistema en el que todas las partes se influyen y afectan mutuamente.
Es importante recordar que, aunque por algún tiempo una parte del sistema puede disfrutar de situaciones de privilegio mientras otra parte padece las consecuencias negativas de ello, siempre llega el momento en el que el propio sistema genera una autocorrección. Esto, en la situación que actualmente vivimos tiene profunda importancia. Pues podemos dejar que sea el mismo sistema el que generé en automático el ajuste, como da la impresión de estar sucediendo o, por el contrario, podemos tomar en nuestras manos el rumbo del cambio, y así corregir todos los efectos negativos que hemos generado durante tantas décadas.
Precisamente, en medio de esta realidad que hoy vivimos y que nos tiene en una situación de máxima alerta, necesitamos reorientar nuestro enfoque. Debemos cambiar el criterio desde el que han partido nuestras acciones. Debemos dejar a un lado las posturas egoístas y provocar un espíritu de colaboración, que es el que a lo largo de la historia nos ha hecho crecer. Debemos orientarnos hacia un sentido de unidad y trabajar de manera conjunta.
Ya es tiempo para organizarnos de manera comunitaria y sistémica. Esto requiere de elevar el nivel de conciencia. Hay que convencernos de que somos partes de un todo mayor al que debemos orientarnos. Este es el llamado actual, vernos como uno solo. Lograrlo está en nuestras manos.
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