Somos seres vivos cuya existencia depende de la interacción con el entorno. No sólo en lo fisiológico sino también en lo psicológico y en lo social. Como sistemas abiertos, para subsistir, requerimos de un intercambio de materia, energía e información con nuestro entorno.
Desde nuestros orígenes, en lo fisiológico, tomamos de la naturaleza la materia y energía que nos permite mantenernos vivos. Luego, a través de un proceso interno, asimilamos lo que nos sirve y desechamos el resto.
Lo mismo sucede con relación a lo psicológico. Cada uno, desde pequeño, toma cierta información y desecha la restante. Así es como establecemos creencias y valores, mismos que determinan nuestra identidad, la cual influye en nuestro comportamiento y capacidades.
En lo social nos vamos encontrando con personas. De entre ellas seleccionamos aquellas con las que deseamos tener una relación más cercana y establecemos lazos de afecto, ya sea a nivel familiar o de amistades. Con las demás, las interacciones se dan con una intensidad menos profunda. De esta manera es como generamos los parámetros de comportamiento con cada una de ellas.
Así pues, debería resultarnos obvio que nuestra existencia, tanto individual como colectiva, depende de la capacidad que tengamos para tomar del entorno lo necesario para mantenernos vivos. Sin embargo, también como individuos y como especie, independientemente de si tenemos conciencia de ello o no, con el sólo hecho de interactuar con nuestro entorno, vamos dejando una huella.
Basta con detenernos a pensar en lo anterior para percatarnos de que estamos llamados a ir más allá de la mera existencia, a ir más allá de nosotros mismos. Estamos invitados a trascender. Esto se logra dejando un legado que sea de utilidad para quienes están más allá de nuestra individualidad.
Somos parte de un sistema mayor, de un conjunto de partes interdependientes e integradas en donde lo que le sucede a cada una de ellas le impacta al sistema completo, y lo que le sucede al sistema afecta a todas las partes.
Esto es aplicable a todos los ámbitos, a todos los niveles. Desde el microcosmos hasta el macrocosmos. Impacta en lo individual, lo colectivo, familiar, social, empresarial, político, en lo orgánico, lo psicológico, en la naturaleza misma.
De ahí deriva la importancia de tomar conciencia e incrementar el sentido de responsabilidad y compromiso en todo lo que hacemos, ya sea como individuos, conjunto de personas y como especie.
No es cuestión de cumplir con ciertos preceptos, normas o leyes sólo porque están establecidas. Lo relevante es tener conciencia de que somos parte de un sistema mayor, y que afectar al sistema es afectarnos a nosotros mismos. Aun más, se trata de saber que el sistema continúa vivo, aunque las individualidades vayan dejando de existir.
El problema por resolver es la visión corta que como individuos tenemos. La mayoría vivimos enfocados en cómo atender nuestras necesidades personales y, en todo caso, las de los seres queridos. Perdemos de vista la compleja interacción que tenemos con todo lo demás. Con dificultad pensamos en que estamos aquí como resultado de lo que ha sucedido en el planeta en toda su existencia, que suma ya cuatro mil quinientos millones de años.
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