Sin duda alguna que en la actualidad el tema de la inteligencia emocional viene a conversación con frecuencia y en muy diferentes ámbitos. Como ya lo señalábamos con anterioridad, aunque no todos necesitamos de las mismas habilidades para resolver los problemas propios de nuestra actividad, es un hecho que, independientemente de dónde estemos y a qué nos dediquemos, todos requerimos de una buena inteligencia emocional. En virtud de que las emociones se presentan en cualquier momento, la inteligencia emocional es aplicable en todos los ámbitos, ya bien sea en lo familiar, social, escolar, laboral, político, religioso, etc.
A diferencia de lo que hoy en día observamos, en tiempos pasados las organizaciones empresariales le daban más importancia a la capacidad de razonamiento que a la inteligencia emocional. Esto se sustentaba en la creencia de que tener un alto coeficiente intelectual era sinónimo y garantía de buenos resultados. Por eso es que en los procesos de selección de personal se hacía especial énfasis en este aspecto. Tan era así que en muchas ocasiones se dejó de contratar a alguien porque su “IQ” no era suficientemente alto. Sin embargo, con el avance de lo que hoy se conoce como neurociencias, las empresas se han venido convenciendo de que el manejo y control emocional tiene mayor impacto en la obtención de resultados que el que genera la denominada inteligencia racional.
Por ello es que en los procesos de selección y contratación de personal se le está dando importancia a medir la inteligencia emocional de los candidatos que ingresan a una empresa. De igual forma, cuando se trata de una vacante que se pretende cubrir con alguna persona que ya pertenece a la organización, también es criterio de selección el nivel que los candidatos tienen en esta competencia. Esto ha repercutido en los centros de estudios superiores de alto reconocimiento, pues ahora están buscando promover entre los estudiantes el desarrollo de la inteligencia emocional. Y es que si en la misión de las escuelas está el generar graduados con mayor capacidad de éxito profesional, resulta indispensable invertir en desarrollar en los estudiantes esta competencia. Al hacerlo así, llegarán al mercado laboral personas mejor preparadas para manejar con efectividad las empresas, lo que al final de cuentas redunda en beneficio de todos, graduados, empresas y sociedad en general.
Sin embargo no es suficiente con promover entre los estudiantes y empleados el desarrollo de un mejor manejo emocional, sino que a la vez se requiere que quienes van a desempeñarse como sus jefes cuenten con dicha habilidad. En mi práctica profesional he observado que cada vez es más frecuente que las áreas de Recursos Humanos de las empresas pongan especial énfasis en este tema. Sin embargo, tenemos que reconocer que a pesar de los esfuerzos hechos, tenemos mucho por hacer, pues no es sencillo cambiar un estilo de liderazgo fuertemente arraigado en las organizaciones y que, a lo largo de los años, se ha convertido en una cultura de gestión que se sobrepone al liderazgo. Reconociendo la importancia del papel que los jefes tienen en los resultados de las empresas, se hace indispensable encontrar la mejor forma para que puedan hacer los ajustes necesarios en su comportamiento.
Teniendo en cuenta de que todo ejecutivo tiene que buscar lograr los mejores resultados posibles, resulta necesario comprender que al modificar algunas conductas relacionadas con el manejo emocional se le facilita la obtención de las metas que se están pretendiendo. Y es que las personas somos de alguna forma sensibles al comportamiento de los demás. Cuando un jefe se maneja con un alto nivel de inteligencia emocional facilita el desarrollo de sus colaboradores y en consecuencia los resultados que la empresa puede obtener. Es muy probable que ya nos haya tocado conocer a personas que, con su buen manejo emocional, han ido facilitando la construcción del trabajo en conjunto hasta llegar a constituir equipos de alto desempeño. Personas que también han logrado disminuir la deserción del talento clave, que han propiciado mayor nivel de compromiso y motivación entre sus colaboradores, todo lo cual redunda en una disminución de costos para las organizaciones, las personas y la sociedad en general.
Desde luego que la construcción de una cultura organizacional en la que haya una mayor inteligencia emocional es un proyecto de mediano plazo, y que debe permearse hacia todos los niveles. Por eso el trabajo que en este sentido hacen las áreas de Recursos Humanos debe ser apoyado desde la alta dirección y asumido en todos los niveles de la organización. Es un hecho que las empresas que logran mejorar la inteligencia emocional de quienes son sus empleados, están asegurando mayores posibilidades de éxito. Y desde luego que la inversión que se tiene que hacer es pequeña en comparación con los beneficios potenciales. Algunas de las principales consecuencias del desarrollo emocional dentro de la organización son las siguientes:
- Cada persona será más dueña de sí y de su forma de comportarse, por lo que se incrementará el nivel de responsabilidad con el que trabaja.
- Se generará un ambiente que coadyuvará a una comunicación más clara y efectiva facilitando el entendimiento.
- Se estrecharán los lazos entre las personas, lo que incrementará el esfuerzo conjunto, sentido de unidad, trabajo en equipo y enfoque a resultados colectivos.
- Los procesos de negociación, tanto hacia dentro como hacia fuera de la organización, fluirán con mayor facilidad, y generarán mejores acuerdos.
- El servicio hacia los clientes, ya sean internos o externos crecerá y con ello la satisfacción por la atención recibida.
- Al facilitarse el desarrollo de los empleados mejorará su desempeño y con menor esfuerzo lograrán mejores resultados.
- Se generará una mayor apertura al cambio lo cual impulsará hacia la mejora continua y la innovación.
- Se reforzará la actividad del líder que podrá guiar con mayor efectividad a su equipo de trabajo, tanto en su labor interna con en la que tiene que realizar con otros equipos de la organización.
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