Emociones y Razonamiento ©

Tradicionalmente se llegó a pensar que las emociones y el razonamiento poco o nada tenían que ver entre sí, se les consideraba como dos facultades humanas ampliamente separadas y que actuaban de forma independiente. Este tipo de interpretación tiene su origen en que las emociones son funciones básicas de las personas y que están más cercanas a nuestra parte ancestral, a lo que tiene que ver más con el aspecto animal que está implícito en la humanidad, mientras que el razonamiento es visto como resultado del proceso evolutivo y que por lo mismo sólo está presente en la especie humana. Aún cuando lo anterior es un hecho, ambas son facultades propias de toda persona y, por lo mismo y de forma definitiva, están entrelazadas.

Nos resulta claro que todas las emociones, dependiendo del tipo e intensidad que tengan, llegan a generar efectos fisiológicos en las personas, algunos muy evidentes que pueden derivar hasta en la pérdida de la salud. De igual forma, es un hecho que las emociones que producen un alto impacto pueden inhibir la capacidad de razonamiento de las personas. Seguramente que todos hemos sido testigos de situaciones en las que alguien, a consecuencia de una descarga emocional, se ha visto afectado en su capacidad para tomar decisiones. No sería extraño que cualquiera de nosotros, en ciertos momentos, hayamos experimentado esto en carne propia.

Lo anterior es producto de la conexión que existe entre las emociones y el razonamiento. Y si reconocemos lo anterior como algo real, entonces no debería resultarnos extraño que así como las emociones pueden afectar la capacidad de razonar, dicho efecto se pueda presentar en el sentido inverso, es decir, que la forma de razonar llegue a ser un factor que tenga influencia en la manera como las emociones se manifiestan. En este sentido, lo que estamos indicando es que aún cuando las emociones tienden por naturaleza propia a manifestarse como una reacción natural, si logramos desarrollar la habilidad adecuada podemos tener un control sobre dicho proceso.

Siguiendo esta idea es cómo llegamos a concluir que la inteligencia emocional tiene mucho que ver con el significado que le conferimos a las emociones. Si permitimos que las mismas se manifiesten como lo que son, alarmas diseñadas para darnos información relevante, y de acuerdo a todo lo que hemos venido sosteniendo, estamos aprovechando de forma adecuada una capacidad básica. Ahora bien, si como complemento de lo anterior, al percibir una emoción y la natural reacción que tiende a producirnos, nos detenemos por un instante para evaluar las consecuencias del comportamiento al que nos impulsa, y nos permitimos orientar las acciones de tal manera que sean las más correctas, sin lugar a duda que estaremos potenciando los beneficios que obtendremos.

Y es que, al estar relacionadas las emociones con la razón, podemos potenciar el manejo que hacemos de ellas. Para poder lograr un desarrollo superior de lo que llamamos inteligencia emocional, se requiere del desarrollo de algunas habilidades específicas que a continuación mencionaré.

  • La primera tiene que ver con el autoconocimiento. Sirve para reconocer y diferenciar el impacto que cada emoción tiene sobre de sí mismo. No todos tenemos la misma forma de reaccionar y conducirse ante una emoción, pues depende del temperamento e historia personal, lo que confluye en la forma que las emociones se manifiestan. El autoconocimiento emocional es la base sobre la cual se construye un mejor manejo emocional.
  • La segunda se relaciona con el manejo de los impulsos. Es cierto que las emociones se manifiestan de forma natural, pero podemos desarrollar la capacidad para dirigir dicha reacción. Como ya lo hemos señalado, esta habilidad está relacionada con el manejo racional que hacemos de los impulsos emocionales. Tener un autocontrol emocional implica darse el tiempo suficiente para encauzar racionalmente la forma en que dejaremos que la emoción se manifieste. No se trata de inhibir la manifestación sino dirigirla de forma racional y efectiva.
  • La tercera habilidad consiste en crear estados de ánimo impulsores. Se trata de hacer un manejo para generar los motivadores que nos impulsen a la obtención de las metas que buscamos. Hay que tener presente cuáles son los estímulos que nos generan la motivación suficiente para vencer las dificultades que se nos presentan, y así asegurar que estamos en la mejor disposición para lograr lo que nos hemos propuesto.
  • La cuarta habilidad es la sensibilidad emocional hacia otras personas. Al ser entes sociales, en las relaciones que tenemos intercambiamos no sólo ideas sino también emociones. Por eso resulta necesario desarrollar la capacidad para, al mismo tiempo captar las necesidades de los demás, y percatarnos de la interpretación que hacen de nuestras expresiones. En este sentido la asertividad y la empatía juegan un papel preponderante.
  • La quinta habilidad tiene que ver el impacto que generamos en los demás. Aquí es donde entra en juego nuestra capacidad para liderar a las personas con las que interactuamos, y la efectividad del liderazgo está asentada en la habilidad del manejo emocional que tengamos.
1175 287 Adalberto J. Reiter E.

Adalberto J. Reiter E.

Más de cuatro décadas de experiencia laboral. Las últimas dos dedicado al desarrollo humano. Con una metodología propia para el crecimiento integral de la persona.

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