Emociones y Sentimientos ©

Es común encontrarnos diferencias en relación a la interpretación que se hace sobre la inteligencia emocional. Y es que a pesar de que se ha avanzado mucho sobre el tema, siguen existiendo desacuerdos en relación con los conceptos básicos. Cuando nos referimos a las emociones solemos dar por sentado que son sinónimo de sentimientos y, aunque están relacionados, son dos cosas diferentes. Cuando hablamos de emociones debemos entender que se trata de una alteración de ánimo intensa y pasajera, que se presenta acompañada de una conmoción somática. La misma etimología de la palabra lo indica, “e-movere”, quiere decir movimiento interior y que busca manifestarse hacia el exterior. Por su parte, el sentimiento es un estado de ánimo que tiende a permanecer por mayor tiempo, y dista mucho de tener la intensidad de expresión de una emoción.

Aunque los sentimientos tienen su origen en las emociones, responden a un mecanismo diferente: no son reacciones naturales ante la presencia de estímulos, sino consecuencia del manejo racional que hacemos de los hechos y las emociones. Tanto sentimientos como emociones generan estados de ánimo, aunque con impacto y duración diferentes. Mientras que el estado de ánimo generado por una emoción perdura en la medida en que esté presente el estímulo, aquel generado por los sentimientos permanece en tanto haya pensamientos que lo alimenten. Pongamos el siguiente ejemplo: una persona es asaltada lo que le despierta la emoción de temor, la cual se presenta de forma inmediata, con alta intensidad, y permanece en tanto existe la situación de asalto. Pasado el asalto en la persona surge un sentimiento de inseguridad, que nace de sus pensamientos. La intensidad y duración del sentimiento inseguridad está en función del tipo de pensamientos que se tengan. Si la persona acude a una terapia con la que modifica o elimina la interpretación que hace del asalto, el sentimiento puede minimizarse o hasta desaparecer.

En resumen y para comprenderlo mejor, es necesario tener claridad de que las emociones responden a estímulos externos, mientras que los sentimientos son  generados por pensamientos, por lo que permanecen más tiempo y cambian en su intensidad, pues aunque no haya causa externa para tenerlos, basta con un simple recuerdo para que tengan presencia de nueva cuenta. Aunque en ocasiones los sentimientos son producto de los pensamientos en torno a una o más emociones, lo significativo es que, habiendo desaparecido el estímulo que originó la emoción, la persona crea la necesidad de mantener la sensación que despertó la emoción, prolongándola de manera artificial, aún cuando en muchos casos hacerlo conlleva consecuencias altamente nocivas.

Con base en lo anterior, podemos afirmar que nadie es responsable de las emociones que tiene, pues son reacciones naturales, pero sí lo es de los sentimientos que genera, pues son producto de sus propios pensamientos. Y como los sentimientos son resultado de la interpretación que hacemos, basta con cambiarla para modificar, o hasta hacer desaparecer, un sentimiento. Saber si se trata de una emoción o de un sentimiento es muy fácil, pues como los sentimientos son producto de una interpretación, son exclusivos de los seres humanos, mientras que las emociones las compartimos con los animales. Desde luego que en las especies más desarrolladas de animales encontramos comportamientos que parecieran estar más cerca de los sentimientos.

Por ejemplo, la ira es una respuesta natural que se presenta ante una agresión a la que se sujeta a una persona, en cambio el enojo es un sentimiento resultado de la interpretación que la persona le confiere a un hecho. Mientras que la ira es una respuesta natural que ayuda al individuo para responder a la agresión buscando evitarse consecuencias negativas, el enojo no tiene sentido alguno de ser pues, en primer lugar no hace aportación significativa, además desgasta y, por último, como depende del significado asignado a un hecho, basta con modificar los pensamientos para hacerlo desaparecer.

Como ejemplo de lo hasta ahora señalado podemos decir que la envidia, los celos, el coraje, la curiosidad, la alegría, el cariño, entre otros, no son emociones sino sentimientos, pues derivan de la interpretación que le damos a ciertos hechos y en la medida en que cambiamos el significado, modificamos el sentimiento y estado de ánimo. Sabiendo lo anterior, resulta evidente concluir que somos completamente responsables de los sentimientos que generamos y de las consecuencias que ellos conllevan para otras personas y para nosotros mismos.

Por ello, cuando hablamos de inteligencia emocional, tenemos que ser claros e indicar que debemos verla en dos sentidos. En primer lugar hay que saber que tiene que ver con la habilidad para descifrar y responder con efectividad a la información que nos dan las emociones y, en segundo lugar, es necesario tener presente que implica asumir la responsabilidad de los sentimientos, pues los mismos, como hemos indicado, dependen de la interpretación que le damos a los hechos y a las emociones. Un adecuado manejo emocional, sin duda alguna ayudará a mejorar nuestra calidad de vida.

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Adalberto J. Reiter E.

Más de cuatro décadas de experiencia laboral. Las últimas dos dedicado al desarrollo humano. Con una metodología propia para el crecimiento integral de la persona.

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