¿En qué contribuye el conocimiento a mi vida?

No queda duda del gran valor que el conocimiento ha tenido a lo largo de nuestra historia de nuestra especie. Si algo distingue nos distingue de todas las demás es que, a lo largo de la historia, nos hemos interesado en el desarrollo del conocimiento. Durante las últimas décadas hemos logrado un avance que, si nos detenemos a observarlo, debiera de causarnos gran admiración. Y esto ha sido todos los campos del quehacer humano, aunque con acentuación mayor en lo científico y tecnológico.

Nos sucede que a la velocidad a la que se va incrementando el conocimiento no nos da tiempo para asimilarlo. Cuando apenas nos estamos enterando de algún avance ya hay uno nuevo que lo supera. Estamos, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, expuestos a una cantidad de información que por mucho rebasa nuestra capacidad de asimilación. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que padecemos de una inflación informática.

Una consecuencia de ello es que, en la mayoría de aquello que llegamos a enterarnos, nos quedamos sólo en la superficie del conocimiento. Y es que nos vamos llenando de datos que, al no poder incorporarlos a nuestro día a día, terminan por no hacernos sentido. Por ello es que rápidamente llegamos a perderlos. El conocimiento, para que cobre importancia y sea incorporado en nuestras vidas tiene que ser comprendido y asimilado.

Lograr que el conocimiento llegue a ser parte importante en nuestras vidas, requiere de dos pasos. El primero es generar convicción acerca de mismo. Son muchas las ocasiones en las que, ante la presencia de nueva información, optamos por darla como cierta, sin siquiera realizar un simple ejercicio de verificación. Por ello es que cada vez con mayor frecuencia se nos presenta información falsa (“fake news”), que luego andamos replicando con un sentido de urgencia poco racional y que, además, olvidamos con mucha rapidez.

El segundo paso requiere de establecer un compromiso. Sólo a partir contar con la certeza acerca de algo, es cómo se genera una actitud comprometida. Cuando se llega a esta instancia surge, de forma clara y casi en automático, un plan de acción que nos permite hacer realidad el conocimiento adquirido. El conocimiento sin convicción y sin compromiso sólo se queda en datos, no tiene impacto en la persona, no genera beneficios, ni para el individuo en sí, ni para quienes están a su alrededor.

A través de mi práctica profesional he encontrado personas que acuden a programas de capacitación. Lo hacen con la intención de incrementar sus capacidades y mejorar en relación a sus comportamientos. Sin embargo, en muchas de esas ocasiones, sucede que aunque en principio logran un cambio terminan por perderlo. Y es que al faltar la convicción y el compromiso, las acciones que se emprenden no tienen la constancia suficiente para que se incorporen de manera permanente a la vida de estas personas.

Cualquier habilidad o conocimiento que queramos conservar, requiere de ser puesto en práctica de manera consistente. Nos debe resultar evidente que si alguien deja de practicar alguna actividad, como puede ser el uso de un idioma o de un instrumento musical o cualquier otra, con el paso del tiempo perderá la habilidad que le permitía realizarla con efectividad. Esto sucede en cualquier ámbito y con cualquier acción, si se deja de practicar, finalmente termina por perderse la capacidad de realización.

La explicación de lo anterior residen en que toda actividad se sustenta en conexiones neuronales. Cuando algo se deja de hacer, dichas conexiones se debilitan y, entre más tiempo transcurra sin realizar dicha actividad, puede llegar a perderse la capacidad o habilidad para realizarla. Por el contrario, la práctica consistente de cualquier actividad refuerza las conexiones neuronales que permiten realizarla. Por ello es que resulta muy cierta aquella frase que dice: “La práctica hace al maestro”.

Así pues, si queremos evitar desaprovechar cualquier conocimiento adquirido, resulta indispensable ponerlo en práctica de manera consistente. Y para que seamos constantes en nuestras acciones, como ya lo señalamos, se requiere que previamente hayamos generado la convicción suficiente que nos lleve a generar un compromiso de acción.

En relación a este tema tengo la certeza de que, además de invertir tiempo para adquirir nuevos conocimientos, debemos hacerlo en consolidarlos, lo cual se logra de la manera que ya hemos descrito. Esto va un poco en contrasentido a lo que en la actualidad se está viviendo, particularmente con el exceso inflacionario de datos que circulan por las redes sociales y los medios de comunicación.

Una buena práctica para evitar desaprovechar el conocimiento, es aprender a filtrar la información, eliminando todo aquello que no apoye al desarrollo. De esta manera es que entonces hace sentido la pregunta: ¿En qué contribuye el conocimiento a mi vida?

1280 687 Adalberto J. Reiter E.

Adalberto J. Reiter E.

Más de cuatro décadas de experiencia laboral. Las últimas dos dedicado al desarrollo humano. Con una metodología propia para el crecimiento integral de la persona.

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