Es un hecho que hoy en día, tanto las personas como las organizaciones que tienen amplio desarrollo saben que el cambio es algo inherente y permanente a todo lo que existe. Suele ser común escuchar, cada vez con mayor frecuencia, la famosa frase de Heráclito: “Lo único constante es el cambio”. Por la forma como se expresa, da la impresión de que se tiene conciencia y convicción de ello. Sin embargo, en muchas ocasiones no pasa de ser la simple repetición de una expresión que dista mucho de ser llevada a la práctica. Resulta claro que la frase de Heráclito es cierta. Existen multiplicidad de evidencias que, a simple vista, lo demuestran.
La pretendida idea de que el cambio es la solución a los problemas puede resultar imprecisa. Y es que existen dos tipos de cambios. Uno es el que tiene lugar al interior del sistema, que propicia modificaciones sin alterar al sistema mismo; a este lo llamo cambio aparente: “A”. Otro es el que logra generar un nuevo sistema, y al que denomino cambio real: “R”.
Existen múltiples ejemplos que explican la diferencia. Cambios del tipo “A” son los que se dan, por ejemplo, cada seis años en México, donde cambian las personas que integran la administración del gobierno, sin que el sistema o régimen se vea modificado. Situaciones parecidas suceden al interior de las empresas así como en las personas. Por ello es que muchos intentos por generar mejoras a través de cambios resultan infructuosos, insuficientes.
El cambio del tipo “R”, es un cambio que requiere contemplar la situación de una manera diferente. Se trata de cambiar la forma de percibir y abordar la situación en cuestión; es lo que en términos coloquiales se ha dado en llamar “salirse de la caja”. En ocasiones resulta difícil llevar a la práctica este tipo de cambio, pues requiere de poner en juego creencias que normalmente están muy arraigadas. A partir de lo anteriormente dicho, podemos comprender por qué en muchas ocasiones los intentos de mejora a través de cambios terminan siendo simples modificaciones “cosméticas” que no resuelven el problema que se busca solucionar.
Una de las dificultades para lograr un cambio del tipo “R” son las paradojas. Esto es sencillo de comprender con un ejemplo sencillo. Digamos que un maestro le dice a su alumno ¡Sé espontaneo! Ante esta expresión, lo menos que el alumno podrá desplegar es una actitud espontanea pues, si lo intenta, se puede asumir que responde a una demanda de su maestro, lo que implica que no está siendo espontaneo.
Llevado a un caso de la vida real, puedo compartir que conocí a un alto ejecutivo que, cuando llegó a ocupar el puesto más alto de una institución, decía que su antecesor era un líder autocrático. Basaba su afirmación en que todos sus colaboradores sólo hacían lo que aquel líder les pedía. Como a este nuevo líder le parecía que el mejor estilo de liderar es el que se conoce como “coach”, decidió cambiar la situación. Para lograrlo, estableció como condición para sus colaboradores que fueran “líderes coach”, con lo que estableció una paradoja, pues con su indicativo él mismo estaba siendo autocrático, al imponer el estilo coach. Si vemos con detalle, el cambio que logró fue tipo “A”.
Las revoluciones y dictaduras suelen ser, casi por definición, paradójicas, pues más allá de buscar que la población respete las leyes y normas establecidas a partir del propio convencimiento, pretenden imponer un cambio de creencias y valores en todas las personas. Es decir, buscando resolver un problema lo agravan. Este fenómeno puede darse al interior no sólo de países, sino de organizaciones, escuelas, familias, hospitales, etc., y es que resulta fácil que en las relaciones se presenten situaciones paradójicas sin que las detectemos.
Para lograr un cambio del tipo “R” es necesario tener en cuenta que la solución debe abordarse considerando la situación presente, es decir el “aquí y ahora”. También se requiere de ampliar la perspectiva desde la cual se contempla dicha situación, es decir, recordar que ningún problema se soluciona con efectividad actuando desde el mismo nivel del problema; que es lo que sucede cuando se establecen paradojas como las mencionadas. Resulta necesario, más que preguntarse por la causa u origen, enfocarse hacia la solución. Por ello es que el cambio que sí genera resultados es el que parte de preguntarse más por “qué” hay que hacer y “cómo” lograrlo, en lugar de simplemente estar dando vueltas sobre las causas que han generado la situación que se quiere mejorar.
Espero que estas breves ideas resulten claras y benéficas para los lectores.
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