Personas y empresas, parte de la trama de la vida

En un artículo anterior señalábamos que las empresas, de manera legal, son consideradas personas morales. Son, como muchas otras cosas, producto de la creación humana. Son una manera a través de las cual nos organizamos, para tener la posibilidad de lograr resultados que, de otra forma, no alcanzaríamos.

En las empresas se reúnen los esfuerzos de una diversidad de personas, todos ellos orientados, si la misma está bien dirigida y operada, hacia la obtención de resultados conjuntos. Cuando existen con un sentido de responsabilidad social, los resultados son, de alguna manera, compartidos entre todos. No sólo entre quienes configuran o forman parte de la empresa, sino aun inclusive por la sociedad en general.

En la complejidad de la vida actual, debiéramos de preguntarnos por el sentido último que la empresa tiene. Resulta evidente que muchos de los beneficios de los que hoy disfrutamos, son producto de las aportaciones que las empresas, a lo largo de la historia, han venido generando. Y es que, de una u otra forma, nos facilitan conjugar los esfuerzos de una colectividad de individuos. La empresa, así vista, es un medio de generación de riqueza que trasciende los límites de su propia existencia.

Sin embargo existen distorsiones en relación al sentido bajo el cual se crean y operan las empresas. Hay quienes las conciben únicamente como una fuente de riqueza personal y, por ello, es que las constituyen con la idea de que, siendo sus dueños, y aprovechando el esfuerzo de otros, serán ellos los principales, y en ocasiones los únicos, beneficiados. También hay aquellos que, al contratarse como empleados, las ven sólo como una fuente de ingreso personal. Poca importancia le dan a su contribución, y su visión, miope por cierto, no alcanza a ver el sentido de trascendencia que su labor puede tener. Por encima de cualquier interés particular, el sentido último de la empresa debiera ser siempre la obtención de beneficios colectivos que trasciendan su existencia. Y es que tanto la empresa como quienes en ella laboran, son parte de una trama que nos une a todos en una misma colectividad.

A lo largo de la historia, más allá de las controversias y diferencias que hemos tenido, hemos sabido colaborar como especie. Esto es lo que nos ha permitido desarrollarnos y modificar el entorno en el que vivimos.

Sin embargo, hoy más que nunca, es indispensable que desarrollemos una visión más integral. En conjunto con los beneficios que hemos obtenido, estamos dejando una estela de residuos y subproductos que, hoy en día, ya están teniendo consecuencias destructivas en el medio ambiente. Pareciera ser que no atinamos a visualizar que somos parte de un entretejido que, al ser dañado, termina por afectarnos negativamente.

La vida es un fenómeno misterioso y complejo que, a pesar de los esfuerzos que hacemos, no acabamos de comprender. Existe una infinidad de diversas formas de vida, más de las que hasta ahora conocemos. Nosotros sólo somos una manifestación particular a  través de la cual la vida misma se expresa. La vida nos supera y trasciende, y para existir no requiere de nuestra presencia. Si es que deseamos mantenernos vivos, requerimos de cuidar ciertas condiciones básicas. Es necesario contar con un balance, tanto en el medio ambiente como en nuestro propio funcionamiento personal, a nivel fisiológico, psicológico, social y espiritual.

Requerimos, tanto de forma individual y como especie, elevar nuestro nivel de conciencia para entender mejor el papel que desempeñamos en la trama de la vida. Es necesario cultivarnos para saber que tenemos una misión a la que nos debemos. Somos producto de un complejo proceso de cambio que ha tenido su mayor expresión, hasta donde hoy conocemos, en la aparición de nuestra especie. Lo paradójico es que, con nuestras acciones y falta de comprensión del sentido que la vida tiene, podemos terminar por destruirnos a nosotros mismos. No a la vida, no a la existencia, que es tan basta que permanecerá, aun cuando deliberadamente nos propusiéramos terminar con ella.

La complejidad maravillosa de todo lo que existe, tanto en el microcosmos como en el macrocosmos, debiera ser suficiente para que no tuviéramos duda alguna de que somos, como especie y con todas nuestras creaciones, parte de algo que nos supera. Somos parte de la trama de la vida. Más allá de cualquier filosofía, creencia científica o credo religioso, visto de una forma clara y sencilla, somos el resultado de un todo que se ha venido manifestado en un proceso de cambio evolutivo. Cambio que tiene un sentido y razón de ser, aunque no lo comprendamos. Es necesario, bajo los eventos que hoy en día estamos presenciando, elevar nuestro nivel de conciencia. Se requiere que nuestro comportamiento individual y colectivo sea congruente con el llamado que la vida misma nos está haciendo.

Personas y empresas, como parte de la trama de la vida, debemos comprender el compromiso al que estamos llamados.

1366 573 Adalberto J. Reiter E.

Adalberto J. Reiter E.

Más de cuatro décadas de experiencia laboral. Las últimas dos dedicado al desarrollo humano. Con una metodología propia para el crecimiento integral de la persona.

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