En el modelo económico que como especie hemos desarrollado, las empresas han venido jugando un papel de gran importancia. Es completamente claro que gran parte de la riqueza que a lo largo de la historia hemos generado ha sido a través de ellas. Además, en conjunto con universidades e institutos de investigación, han hecho grandes aportaciones en los avances tecnológicos, mismos de los que hoy disfrutamos muchas personas.
Las empresas, de manera legal, son consideradas personas morales. Tienen un sentido y propósito de ser o misión definido por quienes las lideran. Se rigen por normas legales específicamente establecidas para ellas. Realizan tareas encaminadas a lograr su propósito, y lo hacen a través de procedimientos y controles específicos, que en su interior determinan sus formas de actuación.
En ocasiones he escuchado a algunas personas decir que una buena empresa es como un buen reloj, pues sirve a su propósito con exactitud. Dicho de otra forma, quienes así se expresan, conciben a las buenas empresas como maquinarias de precisión, que, como ya señalé, trabajan apegadas a normas y procedimientos, y que son regidas con controles estrictos. Sin embargo, lo que hace exitosa a una empresa, más que ser operada como una maquinaria de alta precisión, es tener la flexibilidad y libertad para comportarse como un organismo vivo.
Dicho de una forma muy sencilla, una máquina es un conjunto de elementos interconectados entre sí y orientados a cumplir con un propósito específico. Toda máquina parte de un patrón, que no es otra cosa que el concepto general que de ella se tiene, y cobra realidad a través de una estructura particular. Así pues, un mismo patrón puede ser expresado a través de diversas estructuras. Pensemos en un ejemplo sencillo. Existe el patrón automóvil, el cual consta, básicamente, de un motor, un sistema de transmisión de la fuerza la motriz, llantas y espacio para pasajeros. El mismo patrón puede ser llevado a la realidad bajo un sinnúmero diverso de estructuras, lo que constituye una gran cantidad de diferentes autos. De igual forma podemos hablar del patrón de cualquier industria y las múltiples estructuras como cobra realidad.
De igual forma, un organismo vivo también parte de un patrón y cobra realidad física a partir de una estructura. Un ejemplo pueden ser los patrones de perro y gato, cada uno es claramente diferente del otro y, para cada uno de ellos, existen diversas tipos o razas. Todas ellas conservan el patrón aunque difieren en su estructura.
Lo que resulta importante reconocer es la diferencia entre una máquina y un organismo vivo. Una máquina es diseñada y construida para un propósito y se espera que siempre se comporte de la misma manera, pues sólo así cumplirá con el sentido para el que fue creada. Por el contrario, un sistema vivo requiere constantemente ajustar su comportamiento ante los cambios de su entorno. En caso de no hacerlo tiende a morir. Todo ser vivo está constituido por una compleja red de interacciones entre los elementos que la componen. Los procesos son las formas específicas a través de los cuales se dan esas interacciones. Si los procesos son rígidos impiden la adaptación y generarán la muerte. De ahí la gran importancia de que sean abiertos al cambio.
Una empresa debe por lo tanto tener un alto enfoque hacia los procesos que permiten su auto-actualización. Con mucho mayor razón en nuestros tiempos, en los que los cambios constantes, acelerados y profundos, son ya la condición bajo la cual vivimos.
Es de llamar la atención que hay empresas que han permanecido vivas a lo largo de varios siglos. Algunas de ellas, por sí mismas, suman más años de existencia que los que corresponden a varias generaciones de seres humanos. Lo anterior contrasta con el hecho de que, a nivel global, la mayoría de las empresas tienen una vida efímera. En México, por ejemplo, el 75% de las empresas no logra sobrevivir a su segundo año de vida.
Se puede decir que hay una multiplicidad de razones que generan esta alta mortandad de las empresas a tan corta edad. Sin embargo, todas ellas pueden resumirse en que son operadas como máquinas y no como organismos vivos. Una empresa, para ser eficiente y subsistir a lo largo del tiempo, debe funcionar como un organismo vivo. Es decir, necesita estar abierta a su entorno, tener la flexibilidad suficiente para adaptarse a los cambios a los que se enfrenta y enfocarse al aprendizaje continuo. Estas son tres características fundamentales y con las que nunca podrá contar si es concebida y operada como una máquina.
Entre las empresas que permanecen vivas a lo largo del tiempo, la mayoría van siguiendo a otras que son las que propician los cambios. Esto les asegura su permanencia. Sin embargo, están lejos de ser tan exitosas como aquellas a las que siguen. Sólo las pioneras, las que saben cómo ser gestoras del cambio, son las que pueden aspirar a ser generadoras de un mundo nuevo. Por ello, el primer paso es ser una empresa liderada como organismo vivo en lugar de como máquina. En seguida se tiene que crear una cultura que promueva la pasión por el cambio con sentido dirigido. Y lo más relevante, no basta con tener los conceptos, hay que traducirlos en acciones concretas. El futuro es de aquellos que saben como hacerlo y lo ponen en práctica.
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