Con frecuencia escucho a personas que, en el ámbito laboral, dicen que ellas acuden a trabajar y no a establecer amistades. Incluso lo manifiestan de una forma que deja claro que lo consideran un valor. Pareciera que expresarse así les asegura algún beneficio. Es evidente que una empresa no es un club social ni que fue constituida con algún propósito similar. Sin embargo, para hacer más fácil que cualquier organización logre sus objetivo, es indispensable que, al menos entre las personas que en ella laboran, se cuente con una interacción buena y, de forma ideal, debiera extenderse hacia todas las personas con las que se tiene contacto, aunque no pertenezcan a la misma. Y es que la calidad de las relaciones se ve reflejada en los resultados que se obtienen.
Aprender a convivir debiera ser algo en lo que las empresas tendrían que poner más atención. Una de las características de nuestra especie es que convivimos, mientras que los objetos sólo existen. Observar la historia del ser humano lleva a percatarse del grado en que hemos transformado nuestro hábitat. Todos los avances logrados son, entre otras cosas, producto de la colaboración. Ésta sólo se da en la medida en que aprendemos a convivir, es decir, en la medida en que nos interesamos por los demás, en especial por quienes son más cercanos. Si una organización quiere facilitar la obtención de sus metas, debiera invertir en facilitar una adecuada convivencia en su interior.
Si bien no se trata de que las personas que laboran en una misma empresa terminen construyendo ente todos una profunda amistad, lo cierto es que sí se requiere de una buena interacción. El logro de los objetivos se facilita a través del entendimiento, lo que precisa una adecuada convivencia. Para lograrla es necesario atender a ciertos requisitos. El primero de ellos, como ya indicamos, es el genuino interés por las demás personas. Si no somos capaces de mostrar interés por los más cercanos menos podremos hacerlo por el resto. Mostrar un interés genuino por los demás implica, al menos, conocer las necesidades de ellos y, si está dentro de nuestras posibilidades, apoyarlos a que puedan encontrar las formas de satisfacerlas.
Cuando, al interior de una organización, construimos una comunidad en la que todos nos apoyamos mutuamente, se produce una sinergia que genera una ambiente de colaboración. En un medio como este, resulta más fácil lograr una natural motivación para lograr las metas que son comunes. Se reducen los individualismos y las luchas del poder por el poder. El enfoque se orienta hacia la corresponsabilidad. Se propicia un mayor nivel de conciencia que promueve dar prioridad al bienestar de la colectividad por encima de la individualidad. Entonces resulta más fácil la integración y el trabajo en equipo.
Otro de los requisitos necesarios es generar un clima de confianza. Lograrlo implica que los integrantes de la organización vayan venciendo el temor a mostrarse abiertamente. El grado de apertura que las personas tengan para mostrar su vulnerabilidad, es clara señal del avance que se ha logrado en este requisito. Cuando alguien oculta sus deficiencias o incapacidades, es resultado de que tiene miedo a ser atacado o afectado, por ello es que las esconde. Y mientras las oculte será más difícil que alguien más pueda apoyarlo para superarlas. Sólo en la medida en que conocemos las necesidades que cada quien tiene, es como podemos ayudar a satisfacerlas.
Todo proceso de interacción es, en sí mismo, comunicación. Si ésta es deficiente, la interacción lo será y, en consecuencia, la convivencia se verá afectada. Es un hecho que como individuos en nuestro proceso de desarrollo, y por contacto con quienes nos rodean, aprendemos al menos a hablar nuestra lengua nativa. También es cierto que hoy en día muchos más son enseñados a leer y escribir y, cada vez más son los que llegan a dominar más de un idioma. Sin embargo, esto de ninguna forma significa que con sólo ello se cuenta con las habilidades para una buena comunicación. El entendimiento entre las personas resulta de la capacidad para establecer una comunicación efectiva.
Por ello es que un tercer requisito para generar un clima de confianza que ayude a una convivencia más genuina, implica desarrollar habilidades de comunicación específicas. Entre las más relevantes podemos mencionar: empatía, escucha activa, parafraseo, confirmación, comprensión, y claridad de la expresión verbal y no verbal. Cada una de ellas requiere de una explicación detallada que este espacio no nos permite realizar, y que esperamos abordar en alguna otra ocasión. Lo que debe quedarnos claro es que quien quiera lograr, de manera individual o colectiva, mejores resultados en su actuación, debiera tener una actitud de apertura hacia la convivencia con quienes le rodean, iniciando por los más cercanos.
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