Padecer o disfrutar del trabajo ©

El trabajo es una actividad que la humanidad ha realizado desde sus orígenes y que sigue realizando día a día. En el ajetreo de nuestra época se convierte en una rutina. Viene a ser un conjunto de actividades realizadas, diría yo, casi por inercia y con poco sentido.

Con sólo un poco de atención a las personas que a nuestro alrededor trabajan, podemos observar que lo hacen casi de forma mecánica. La mayoría de las veces acuden al trabajo y cumplen con sus obligaciones sin preguntarse por el sentido que tiene trabajar. En muchos casos no se tiene otra razón para trabajar, que generar un ingreso que permita el sustento. No es de extrañar que, también entre la generalidad de las personas, se tenga asimilado el concepto de que el trabajo es algo pesado, algo que cuesta, por lo que se tiene que pagar un precio.

La palabra trabajo, tiene como raíz etimológica “Tripalium”, que hace referencia a un yugo usado en Roma para castigar a los esclavos. Además, en nuestra cultura judeo/cristiana, el trabajo tiene significado de castigo divino: “… maldito sea el suelo por tu causa: sacarás de él el alimento con fatiga todos los días de tu vida. Te producirá espinas y abrojos, comerás la hierba del campo. Comerás el pan con el sudor de tu rostro, …” Génesis 3, 17. Pareciera ser que esta carga cultural sigue viva en nuestros días y nos resistimos a superarla.

En el desarrollo de la humanidad, nos hemos dedicado a trabajar para, además de lograr sobrevivir, mejorar nuestras condiciones de vida. Así ha sido desde que, de una manera precaria y con pocas herramientas, nos dedicábamos a la recolección y cacería para subsistir. Y sigue siendo igual ahora que nos apoyamos en los más modernos desarrollos tecnológicos para cumplir con la labor y generar algunos beneficios típicamente materiales.

Sabemos que el trabajo debe ser más que una fuente de ingresos que genera un bienestar material y satisface las necesidades básicas. Debe convertirse en fuente de satisfacción y realización que apunta a satisfacer las necesidades superiores. Para ello hay que precisar la forma de lograrlo, hay que conocer cómo pasar de padecer a disfrutar del trabajo. Nuestra propuesta se basa en nuestra experiencia y en la de autores que pueden ser consultadas a mayor profundidad si así se desea.

Para disfrutar del trabajo es necesario plantarse retos altos y contar con las capacidades suficientes para enfrentarlos, pues enfrentarse a retos bajos o tener bajas capacidades no pueden generar lo que Mihaly Csikszentmihalyi llama estado de flujo. Trabajar con bajos o nulos retos y altas capacidades generará un estado de aburrimiento y, por el contrario, enfrentarse a altos retos con bajas capacidades para resolverlos, despertará un estado de angustia. Sólo en la medida que nos enfrentemos a grandes retos para los que contamos con las capacidades para resolverlos propiciaremos un estado de placer, lo que éste autor llama estar en la Zona.

Otra cuestión relevante es hacerse dueño del propio trabajo. Mientras se tenga la concepción de que se trabaja para alguien más, resultará difícil sentirse realizado en el trabajo. En la mayoría de los casos, quienes trabajan para una organización, sin importar su nivel jerárquico, viven con la idea de hacer las cosas para satisfacer las demandas de alguien más, típicamente el jefe. La solución a esta situación está en convertirse en el dueño del trabajo que se realiza. Esta cuestión puede enfocarse desde diferentes perspectivas.

Hay varios autores que apoyan la idea de convertirse en el protagonista de la vida propia y, por ende, del trabajo. Más específicamente, Lewis Richmond, en su libro, “El trabajo como práctica espiritual”, propone formas para desarrollarse de forma personal y profesional. En última instancia, la clave se encuentra en descubrir y vivir el sentido de trascendencia que el trabajo tiene.

En resumen, para dejar de padecer el trabajo y poder disfrutarlo, es necesario realizar tareas que implique altos retos, tener las capacidades suficientes para enfrentarlos, realizar el trabajo por decisión propia y no sólo para cumplir con lo que otros puedan pedir y, de forma muy importante, enfocarse en aquello que implique un sentido de trascendencia. Esto tiene su sustento en el sentido que se da a lo que se hace, más que en la actividad en sí misma. Baste recordar la expresión de aquel albañil que más que considerar que colocaba ladrillos, tenía claro que colaboraba en la construcción de una Catedral.

En ÍNTEGRO, tenemos el conocimiento, la experiencia y disposición para apoyar, tanto de forma individual como colectiva, a quienes pretender mejorar la forma en que realizan su trabajo y quieren disfrutarlo.

1024 300 Adalberto J. Reiter E.

Adalberto J. Reiter E.

Más de cuatro décadas de experiencia laboral. Las últimas dos dedicado al desarrollo humano. Con una metodología propia para el crecimiento integral de la persona.

All stories by : Adalberto J. Reiter E.

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